Homenaje al poeta Alberto Girri en ocasión del centenario de su nacimiento en la Fundación Internacional Jorge Luis Borges


Redacción Analecta Literaria | © 2019 Fotografías: Ruth Noemí Vittor Pereiras


Este miércoles pasado, el día en que Alberto Girri habría cumplido cien años, la Fundación Internacional Jorge Luis Borges organizó un homenaje en el que participó un grupo de escritores y periodistas —convocados por sus organizadoras María Kodama y Alina Diaconú—, que han tenido una cercanía afectiva e intelectual con el poeta, como María Kodama, Alina Diaconú, Cristina Mucci, Reina Roffé, Fernando Sánchez Sorondo, Juan José Sebreli y nuestro director, Luis Alberto Vittor, se reunieron para conmemorar el centenario de su natalicio. El actor Víctor Laplace leyó algunas de las poesías más relevantes del autor. En el acto estuvieron presentes otros escritores y periodistas que también han conocido al poeta o que son admiradores de su obra, entre ellos, caben mencionar a la escritora Silvia Plager, el poeta Rafael Felipe Oteriño, la escritora y editora, Lidia Vinciguerra, la escritora y psicóloga Inés Paéz de la Torre y el periodista Hugo Beccacece. 


La anfitriona y Directora de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, María Kodama, habló muy brevemente de la amistad que unió a Borges y Girri, así como de la que ella mantuvo personalmente con el poeta homenajeado. Señaló que, a pesar de esa amistad y de la admiración que Girri sentía por Borges, no fue un epígono de éste, sino que siguió un camino diferente: «Girri tuvo una voz propia, no adoptó la entonación de ningún otro poeta». María Kodama fue la prologuista y la seleccionadora de los poemas de Girri en la recordada antología Noventa y nueve Poemas (1988) que se publicó en Madrid. En esa antología Kodama establece una serie de conexiones y afinidades de esos textos con el taoísmo. Luego, Kodama cedió la palabra a los panelistas que leyeron sus textos siguiendo un orden alfabético. 


Comenzó su disertación la escritora y poeta Alina Diaconú, que como parte de esa celebración presentó su antología Alberto Girri. El Asceta de la Poesía, libro recién editado por Vinciguerra Hechos de la Cultura y la Fundación Argentina para la Poesía para su Colección «Los Maestros». El lector interesado puede leer una reseña del libro en nuestro Newsletter. «Fue el mejor amigo varón que me dio la vida», dijo emocionada la novelista, poeta y periodista Alina Diaconú. Diaconú recordó las circunstancias de su primer encuentro con el poeta: «Lo conocí a Alberto Girri en lo de Martha Lynch, una tarde de verano de los años ’80, mientras nadaba como un pez en la piscina del jardín de la casa que la escritora tenía en Vicente López. Cuando emergió de allí, chorreando agua, me lo presentaron. Nuestra amistad comenzó así y duró diez años, hasta su muerte. Fue mucho más que una amistad, mucho más que la relación entre maestro y discípula, fue un verdadero diálogo de almas».

Diaconú describió a Girri estampando esta imagen del poeta: «Lo recuerdo con su infaltable cigarrillo, acodado en la mesa de ese bar de la avenida Córdoba donde, con mi marido, lo encontrábamos todos los domingos. Siempre era afectuoso, afable, siempre vehemente si el tema lo estimulaba, compasivo con las desdichas humanas, ante los problemas de salud de los amigos y el paso de los años. [...] Estoy hablando del personaje típicamente porteño que Alberto Girri era, del gran poeta y "gurú" que habitaban en él, mezcla extraña de dandy y de monje zen».


Luego habló Cristina Mucci que también recordó el momento en que conoció a Girri, la relación casi paternal que mantuvo el poeta con ella quien le recomendaba ciertos cuidados durante su maternidad. Mucci también recordó su entrevista a Alberto Girri para el programa de televisión que conduce Los Siete Locos.


A continuación expuso la escritora y novelista Reina Roffé, actualmente residente en España. Roffé conoció a Girri en la década de 1970 cuando el novelista, ensayista y crítico literario Juan Carlos Martini Real —que en esos años era la pareja de Roffé—, publicó su antología Los mejores poemas de la poesía argentina (1974), entre los que se incluyeron los de Girri. Para Roffé, los poemas de Girri tenían a menudo la fuerza reveladora de una iluminación. 


Le siguió Fernando Sánchez Sorondo que comenzó su disertación con estas palabras: «Parafraseando a Walt Whitman y a su inaugural Canto a mí mismo, Alberto Girri fue, en la poesía argentina, el primer poeta contemporáneo que cantó desde sí mismo. Quien encontró, en grado sumo y por antonomasia, su propia voz, tan aislada y desdeñosa de su generación del 40 –rupturista, que anunciaba la renovación del mundo por el arte- como de la ampulosa lírica institucionalizada contra la que se manifestaron dichas vanguardias. “Su poesía -escribió Enrique Pezzoni- no ha cesado de asombrar: irreductible a cualquier movimiento literario o escuela que sirva de base para poder explicarla, su originalidad la hace poderosamente inconfundible”».

Según Sánchez Sorondo, Girri significó, para nuestra poesía, lo que Borges para la prosa: «una verdadera vuelta de tuerca en cuanto a la “condensación” versus la “expansión”, como él mismo lo señaló en El motivo es el poema. Y encarnó, en su obra poética, aquello que Hemingway exigía para la prosa: “arquitectura y no decoración”». Recordando las circunstancias en que conoció al poeta dijo: «Lo conocí alrededor de 1980, cuando yo trabajaba en el área de prensa de la Editorial Sudamericana, en tiempos en que todavía vivía su fundador, don Antonio López Llausás y Enrique Pezzoni era el asesor literario. Girri, que además de “autor de la casa” fue tan amigo de Pezzoni, y David Vogelmann, el extraordinario traductor de la versión de Richard Wilhelm del I Ching que editó Sudamericana, aparecían asiduamente por la editorial. Sabiendo que yo escribía, solían hacer antesala en mi despacho, del mismo modo que otros escritores con los que trabaría amistad. Pero fue especialmente con ellos con quienes ese vínculo perduró, más allá de la simpatía recíproca que se inició en aquel momento».

En una entrevista que Sánchez Sorondo le hizo a Girri el poeta le manifestó que, a pesar de haber escrito dos libros de ficción Crónica del héroe y Un brazo de Dios, desconfiaba de la versatilidad a la que consideraba casi siempre negativa y estaba convencido de que «no se puede hacer pasablemente bien más que una sola cosa». Sánchez Sorondo admitió que su camino poético fue señalado por aquel consejo del poeta:«Se atrevió a sugerirme que yo hiciera lo mismo, que mi poesía ameritaba la renuncia a escribir también prosa. Y así lo hice, y creo que para bien. En todo caso hoy no podría imaginarme ejerciendo “pasablemente” (empleando sus palabras) el doble oficio de narrador y poeta; y sobre todo porque, como él pregonó: suscribo a aquello de que la poesía es el corazón de la literatura».


En tanto el escritor y ensayista Juan José Sebreli hizo referencia a la prosa narrativa de Girri, recordando su libro de cuentos Misántropo (1953), que comentó para la revista Sur. En ese entonces, Sebreli tenía 23 años: «Cuando encontré este artículo en mi archivo, no me reconocí. Porque hace mucho que yo no escribo de ese modo». 


Nuestro Director, el escritor, traductor, arabista y orientalista, Luis Alberto Vittor, habló en último término. Vittor también conoció a Girri a comienzos de 1980 y frecuentó casi a diario su amistad durante once años continuos, hasta la muerte del poeta en 1991. Una amiga de Vittor que era encargada de la Galería de Arte Ática y vecina de departamento de Alberto Girri en el mismo edificio de la calle Viamonte 349, la pintora y grabadora cordobesa María Elena Graña, fue quien los presentó. Graña se cruzaba casi a diario con el poeta y se ofreció para hacerle llegar a sus manos el primer borrador del que también fue su primer libro Simbolismo e iniciación en la poesía de Alberto Girri (1990) publicado por la editorial Fraterna.

El primer encuentro de Vittor con Girri fue en su departamento. Luego siguieron encontrándose en diferentes lugares, habitualmente en el Café La Barra de la avenida Córdoba. En esta ocasión, Vittor se ocupó de la correspondencia del poeta con  el escritor, editor y artista plástico gallego Luis Seoane, con quien Girri mantuvo una fecunda y cercana amistad. Vittor que en su temprana juventud, durante la época en que era un estudiante de Bellas Artes, también conoció y trató a Luis Seoane, las veces en que el artista plástico gallego venía a la Argentina. La relación de Vittor y Seoane —debido a la diferencia de edades y sobre todo de experiencias de vida—, fue de tipo discipular, escuchando los consejos y las recomendaciones del multifacético artista gallego al que admiraba y del que no se perdía ninguna de sus muestras pictóricas. La amistad cercana de Vittor con Girri afianzó todavía más su afectuoso recuerdo de Luis Seoane. 

En referencia a la correspondencia entre Alberto Girri y Luis Seoane observó Vittor: «Luis Seoane fue otro amigo personal e íntimo de Alberto Girri. Se conocieron en 1944, cuando  el poeta empezó a colaborar en Correo Literario, quincenario fundado por el pintor, dibujante, poeta y editor, Luis Seoane, Lorenzo Varela y Arturo Cuadrado, tres exiliados gallegos en Argentina. Entre los críticos de arte que más colaboraron estaba su viejo amigo, Romualdo Brughetti. Hace algunos pocos años, el Consello da Cultura Galega publicó el epistolario completo de Luis Seoane  López, del que nos interesa particularmente la breve colección de cartas que el artista plástico intercambió con Alberto Girri entre 1971 y 1979. El reducido conjunto de cartas, sin invadir la intimidad de los corresponsales, revela la relación fraternal que mantuvieron durante 35 años intensos entre dos grandes personalidades e intelectuales que se apreciaban y admiraban recíprocamente. Una amistad inoportunamente rota por la muerte de Seoane en 1979. La correspondencia de Girri y Seoane ofrece una imagen forzosamente incompleta de una amistad que, en realidad, desbordaba el género epistolar, ya que lo esencial de esa amistad no sucedía en la correspondencia. Sucedía en las frecuentes visitas, los encuentros en las inauguraciones de las exposiciones y las comidas cada vez que Seoane viajaba a Buenos Aires. Las cartas pueden leerse como un objeto literario y testimonial, ya que ofrece una descripción de la gestación de sus obras y muestra algunas instantáneas del ambiente cultural, social y político de la época».


Con su participación, el actor Víctor Laplace coronó una noche inolvidable, cargada de visibles emociones, anécdotas pintorescas y recuerdos personales sobre el poeta homenajeado. Recitó algunas poesías de Alberto Girri —especialmente seleccionadas—  que en la voz de Laplace hallaron su entonación justa. Nadie mejor que Víctor Laplace para prestar su voz a los poemas de Girri, interpretar y darle el sentido profundo de las palabras del poeta. Laplace supo transmitir esa poesía con un estilo muy particular que atrajo e impresionó a todos los presentes de manera impactante. Laplace no recitó los poemas de Girri de una forma clásica, sino que los interpretó, buscando la esencia de la palabra y los silencios propios del decir poético girriano para instalar a sus oyentes en el ahondamiento del misterio, esa iluminación reveladora de la que habló Reina Roffé.  De esa forma, no es la métrica o la melodía la que marcaron su entonación, sino la interpretación de la poesía de Girri que —en la voz de Víctor Laplace— aumentó la sensibilidad de las palabras, encontrando la cadencia exacta de los ritmos y la esencia de los significados que le venían desde el sonido. Estos significados provienen de una elección precisa de las palabras logrando que su voz le diera ese halo místico y ascético buscado por el poeta y que tan bien señalara Alina Diaconú al comienzo de su exposición.



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